Al modo de “madre Wendy” la madre de Alicia la agobia sin darle espacio para su subjetividad: “que no se tropiece”, “que no se equivoque”, “que no pase vergüenza”, “que no le mientan”, “que no le digan la verdad!”. Su madre se mueve entre miedos y supersticiones, hasta decretar que el tiempo muera en su casa, cosa imposible cuando el amor atraviesa los muros.
Algún día la mariposa sale del capullo y el vuelo la invita a dejar su casa… Podrá hacerlo? si no le dieron herramientas para enfrentarla (más bien se las quitaron)… y si las tijeras cortaron sus alas?
Alicia acaricia el sueño de salir, aunque sea un breve acercamiento a la realidad y lo hace experimentando leer un libro (posibilitador de viaje) 'bonito', dice ella 'pero algo triste' (metáfora de la vida misma), su madre enterada del daño decide quemar los libros… lo que no sospecha es que la historia “le ha crecido dentro” y que el mundo está lleno de puertas… ¡Cuánta luz afuera!, ¡Cuánta sombra adentro! Alicia –desprovista- sale… sólo su sombra deambulará efímeramente.
Al cerrar el libro sospechamos que Alicia es quien representa al relato pero más nos preguntarnos por su madre: Qué infancia habrá tenido? , Cuántas cadenas (también) habrán puesto en su camino?, Cuántas tijeras cortaron sus sueños? inquietudes que quedan para el lector, en ese juego literario siempre cargado poética en la obra de Liliana Bodoc.
Las ilustraciones acompañan el relato cargándose de sutiles objetos alegóricos que invitan a adentrarse en los mundos psicológicos de los personajes.
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